Escuela Neijing "Shanti"
LLAMADA ORANTE
(tiempo de silencio)
Transcurre el vivir entre los peldaños de susurros de… el Misterio Creador.
Transcurre el vivir entre un escalón hacia arriba o hacia abajo; una ficción más de nuestras capacidades, que nos obligan a limitarnos para poder orientarnos en un espacio “colgado” en el universo.
Sí. La Llamada Orante se nos presenta como susurros de pequeños detalles.
Algunos los hacemos grandes. Otros nos parecen sin valor.
En ambos casos nos equivocamos.
Sí, porque el susurro de la vida que nos proporciona el Misterio Creador no es ni grande ni pequeño, ni mejor ni peor. Es. Y es un “Es” inconmensurable; no se puede medir.
Aun así –aunque teóricamente lo entendamos- en la práctica lo encerramos. Lo encerramos en conceptos, en normas, en costumbres, en actitudes.
Lo encerramos en fiestas, alegrías… o en lutos, en dramas o en comedias.
¡Y nada de eso es!...
Todo ello es… caja cerrada de estímulo-repuesta, de conveniencia, de interés.
Se podría decir, sin exagerar, que nuestros peldaños cerrados no sirven –”no sirven”- para vivir. Son ocasos permanentes que nos conducen al… fin.
No son olas que inundan la infinitud, no son expectativas que nos alimentan de poesías, de músicas…; de haceres abiertos… dispuestos.
Sí. Sería mucho decir que la interpretación de la vida, y su ejercicio por parte de lo humano, es un error.
Y que más pronto o más tarde se hace un horror.
No. No es edificante el concebirnos como inútiles intérpretes del vivir. No. Pero es que lo humano ha secuestrado totalmente la existencia del “es”, del ser suspendido en el universo, y la ha acomodado y la ha amoldado a sus normas, leyes, costumbres, propiedades, pertenencias…
Puede resultar duro, al decir humano, el reconocerse… una terrible equivocación. Sí. Pero ello nos lleva a otras perspectivas. Nos saca de las cajas cerradas. Nos lleva a los impulsos imprevistos, a las locuras incalculables: sí, esas que imaginan; esas que escuchan los susurros del Misterio Creador; esas que no se contentan con el organigrama mental, espiritual, social, político, económico, que trajina o manipula todo un contenido… que es la vida.
Sí. Probablemente, a estas alturas sería difícil, “a bote pronto”… –es decir, de respuesta inmediata- sería difícil asumir otro modelo que no fuera el que se tiene, bien sea el más avanzado –según, otra vez, una caja cerrada- o sea el más pequeño –por ser la caja muy estrecha y apenas nos deje movernos-.
Y es… es un buen momento, cuando los “universarios” traspasan el año y se hacen universo –y llegan a nuestras mentes de recuerdo-, es un buen momento para arriesgarse a abrir la caja, arriesgarse a ver “futuros” –como escuchábamos en otra oración-; que “los pasados” sean entretenidos momentos que nos propulsan hacia la innovación, hacia la creatividad, hacia lo renovado.
Sin duda, manipulados por el llamado “tiempo”, se busca la comodidad, la costumbre, el reclamo, la queja, la protesta…, en vez de superar la dificultad, el drama, la tragedia… y descubrir en ella –y en ellas, mejor sería decir- los movimientos que nos lancen hacia otra perspectiva.
Y a veces es necesario recurrir a imágenes, a aconteceres, para darnos cuenta de que nuestras premisas no son… las que son.
Y así, mientras en un lugar hay una queja por discordancia, por diferentes opiniones, por convivencia… en otro lugar, ¡ahora! –ahora es ahora-, las gentes danzan sobre los escombros de sus viviendas; sobre el desierto desolador de la destrucción. Danzan, bailan y se besan, porque la guerra –de momento- se ha detenido.
Sin nada que comer; sin nada que beber; sin nada que tener. Danzan y festejan porque el sonido de la destrucción ya no se escucha. Mientras, a pocas horas –tres y media o cuatro horas de un vuelo corriente-, alguien se queja y se amarga y se fustiga porque tiene miedo a equivocarse, porque no le gusta cómo le tratan, porque…
Es evidente –¿verdad?- que se está en un error. Y que el aliento de vivir no necesita el recurso, la materia, la razón, la lógica… ¡Ni siquiera el sentir! Tan solo el susurro de la emoción de estar vivos.
Bajo estas premisas, bien está decir que “está todo por hacer”.
Y podemos advertir, en nuestro universario, que estamos en el borde “privilegiado” –privilegiado, privilegiado- de hacer del vivir un susurro divino. Sí.
Y aparentemente, sin querer queriendo, durante este transcurrir de universarios se ha ido logrando.
Con muchas cajas cerradas aún, pero algunas… entreabiertas, que ya no se volverán a cerrar.
Un universario que hay que contemplarlo bajo el privilegio de que el sentido, el proyecto, el ideal… está bajo nuestra capacitación, bajo nuestra idealización, bajo nuestras decisiones.
Aunque tengamos miles de condicionantes alrededor.
Condicionantes que llegan a declararte muerto, ¡no existes!, lo cual es negar lo evidente, lo trascendente, lo inmanente… de la presencia y el hacer.
Quizás se haya ya aprendido que nada es casual; que es “causal”. Y el detalle “a” y el detalle “b” quiere decir algo más que “a” y “b”.
Y si tomamos nota de ello, podremos sentir el privilegio que nos ha brindado la Creación, de estar, de transcurrir en este sendero, con estos recursos, ¡que en ningún caso podemos cerrar en cajas de protocolos, de normas, leyes, costumbres!
No, no. No nos valen los presagios, pronósticos, cálculos y demás “augurios” que gravitan sobre nosotros. No nos valen. No son.
Y sí, cierto es que están incrustados en la naturaleza de cada uno, pero… no son.
Y, al no ser, deben ser diluidos, sacados, inaceptados.
Si cada ama-necer supone el amor de la Creación para que despertemos, para que cantemos, para que oremos, para que sirvamos, no podemos permitir la entrada de contingentes que esclavizan, que retienen; que impiden ver, de nuevo, amanecer.
No. Hay quienes danzan sobre escombros, debajo de los cuales hay cadáveres. Hay quienes danzan porque el suspiro del estallido ya no está, y se festejan por ser y estar; sin alimento, sedientos, ¡sin vestimenta!
Nada es casual…
Y esas causalidades nos deben promover en nuestros privilegios…, que tenemos que custodiar, alentar, defender, ¡promover!
¡No es, el vivir, un fácil dejarse llevar por la molicie de la costumbre, del dolor, del desespero, de la tristeza!...
Sí. ¡Ahí están!… como ansiosos lobos dispuestos a morder. Pero ahí estamos para contemplarlos como devoradores de vida.
Esos que nos llevan –devoradores- a “la razón de vivir”. ¡No hay razón para vivir!
Es un útil: un martillo, un clavo, un serrucho…
¿Necesarios? Sí. Depende.
Pero no es la vida una “razón”; ni siquiera, un “sentir”.
Es un susurro de amor que trasciende a nuestros dominios. Y eso, a lo humano ¡le rechina!: el ver que no puede domesticar a la Creación, que no puede dominarla. Así que se refugia en lo que él considera Creación: nacimiento, crecimiento, decrecimiento, deterioro y muerte. Y ahí se queda, en su curva, justificándose diariamente, apenándose los unos a los otros… convencidos de que no hay otra forma, otra manera.
¡Como un ratón de laboratorio!: nunca… nunca ha visto un campo, un árbol… No. Ha nacido, ha crecido y se ha desarrollado en esa jaula. Le han pinchado, le han manipulado, le han hecho todo tipo de maniobras.
Y lo mismo hace el humano hacia el humano: selecciona, racionaliza, se hace racista, se hace radical… ¡Como si eso fuera una cualidad divina!
En realidad, es una cualidad de envidia a lo divino.
Los universarios nos colocan en el universo con nuestros aperos insignificantes, pero con la consciencia de privilegio.
Ese privilegio de vivir… y de tener la opción de creativizar, transformar, cambiar…; apartarse de las curvas infernales de la decrepitud.
Sí, ¡claro! Claro que se puede aducir: “Pero lo evidente y lo claro es que… lo que da sentido a la vida es la muerte, y todos nos vamos a morir, y bla, bla, bla, bla…”.
Hasta convertir todo el planeta en un cementerio.
Es eso, ¿no? Esas son las evidencias.
La razón, como buen aserrador, corta cualquier árbol. Pero el árbol no nace para cortarse; nace para elevarse sin limitación.
Si nos atenemos al conoci-miento y a la razón, de nada sirve una oración: una paranoia de evasión.
La aspiración intrínseca de la vida es la eternidad.
“La aspiración intrínseca de la vida es la eternidad”, aunque tenga que transcurrir por trazas de mortalidad, tránsitos incomprensibles –puesto que no hay programación para ello- que nos hacen tambalear, que nos hacer bloquear nuestras ilusiones, fantasías….
No hay que emplear razones para vivir.
Hay que dejar que la vida lata y demuestre su evidencia de Misterio Creador. No le pongamos la plantilla de nuestras lógicas razones.
Y con esa percepción vitalista de universo, cada día es un universario, si bien podemos tomar patrones como éste: anuales, quincenales… En realidad es, cada vigilia, un aniversario; porque cada amanecer descubrimos que nos aman, y por ello late nuestro corazón.
Es tiempo de compartir ilusiones, proyectos, propuestas, innovaciones… Todo lo que nos muestra ese universo cercano, con sus dinámicas celestes.
Pues bien, si somos microcosmos, tenemos que acrecentarnos en proyectos, en “mañanas”. No… no hundirnos, no sumergirnos en pasados. Que cada instante de pasado sea el peldaño que nos impulsa a seguir, con propuestas, con sugerencias…
Es como decir: “¡Aleluya! ¡Aún estamos aquí!”...
Y seguiremos mientras seamos universos creadores; mientras nos deslindemos de la operativa marcha de “principio y fin”.
Existíamos en la Eternidad. En un instante llegamos, para existir y seguir existiendo en ella, en esa Eternidad, bajo formas y maneras diferentes.
Pero en la medida en que somos conscientes de ese Eterno que susurra sus orientaciones sobre nosotros, en esa medida estaremos vibrando… en ese Infinito, en ese Eterno.
Que cada universario sea una propuesta innovadora de servir, ante las necesidades evidentes del estar.
Así ejerceremos como eternidades… meditando en el pasado, contemplando en el instante presente, y eternizándonos en el futuro.
Así estaremos en sintonía con la Creación. Así escucharemos el susurro del Misterio Creador.
Así, cada despertar será un universo… de un universario.
Sí.
***